¿Y por qué he elegido ese título para esta entrada? Bueno, digamos que aunque no me arrepiento de nada en cuanto al apartado de la escritura del libro, es una rara avis que hace que no sea fácil de colocar en ningún lado. Es una novela que va contra casi todas las reglas del marketing de las que he oído hablar. Y, créeme, he escuchado y leído un montón sobre ello: blogs, podcasts, charlas... Y ojo, no he ido en contra de ellas porque me crea más listo que nadie y haya hecho un "aguántame el cubata", el resultado deja claro que no es así; además, todo lo que promulgan esas ideas de marketing es cierto, son normas estudiadas y comprobadas que funcionan como engranajes bien engrasados y, si los cuidas, y el libro es bueno, funcionará sin duda.
Entonces, ¿por qué he ido en contra de ellas? Hace falta ser memo para hacerlo a sabiendas, ¿no? Respuesta corta: sí. Respuesta larga: esta entrada de blog, en la cual os enumero algunas leyes básicas del marketing literario y por qué las he ignorado, con el resultado previsto.

PRIMERA NORMA: Especialízate en un tipo de literatura y cíñete a él. Lo contrario confundirá a los lectores. ¿Cómo? ¿Que Juanita de Filipa (nombre inventado, o eso espero), escritora de literatura romántica, ahora escribe ciencia-ficción? ¡¿Y por qué sigue viva?! ¡¡A la hoguera!!
Bromas aparte, hay muchos casos, en Amazon en especial, de autores con varios seudónimos, cada uno conteniendo libros de un género concreto. Eso ayuda a vincular mentalmente a un autor con lo que te esperas de él, no queremos sorpresas y coger un libro de Reverte y que sea de un viaje a Marte montados en ballenas intergalácticas, por ejemplo. Hay excepciones, y autores un tanto difíciles de clasificar en un género, pero es raro. Aquí no se permite lo del género fluido.
En mi caso, llevaba tres novelas de literatura fantástica clásica, y saltar a fantasía urbana no me pareció un cambio tan arriesgado. Sorpresas te da la vida. Aunque el caso es que ha gustado a gente que no se acercaría al género de la fantasía épica por nada, lo cual me parece un triunfo. Al final, aunque la épica es la más denostada (algún día tengo que hacer una entrada sobre eso), toda la escritura es fantasía. TODA. Incluso una biografía, incluso un diario personal; da igual cuánto te ciñas a la verdad, es ficción. Por supuesto, hay muchas personas que, a partir de un cierto nivel de fantasía, ya no tragan, y no se puede hacer nada. Es como la sal con las comidas, cada uno tiene sus gustos.

SEGUNDA NORMA: Dentro del género que escribas, especialízate en uno de sus subgéneros tanto como puedas, y cuanto más específico, más llegarás a su nicho. Procura, eso sí, que sea un nicho con muchos lectores. Si eliges fantasía-grimdark-retro-simiesca-gromenauer, pues es posible que des el pelotazo entre los dos que lo siguen, pero no te va a llevar muy lejos.
En Los ojos llenos noche no solo no entro en subgéneros, sino que mezclo muchos géneros: Realismo, fantasía urbana, romántica, terror, comedia, drama, nostalgia, feelgood (bueno, eso sí es un subgénero)... No sabría decir cuál prevalece, y eso es un problema para catalogar una novela, sobre todo porque para la mayoría de los lectores de géneros concretos, la presencia de uno distinto puede ser una línea roja para ellos. Por ejemplo, una lectora extremista de romántica no leería el libro por la presencia del terror, y al revés. Y la palabra fantasía ahuyenta a la mayoría de los lectores, que ven en esa palabra dragones con alas de mariposa y unicornios rosa que cagan arco iris.
El eje vertebrador tengo claro que es una historia de amor. Lo que hace que la historia, ubicada en nuestra realidad, salte al terror y la fantasía es un acto de amor verdadero, y es lo que mueve toda la novela y la principal motivación del protagonista.

TERCERA NORMA: Has de tener tan claro el tipo de lector al que te diriges que incluso puedas ponerle nombre. Es un modo de decirlo, pero cuanto más imagines el tipo de persona a quien va dirigido el libro, lo que le gusta y lo que no, más sencillo será complacerle en lo que busca leer. Cuanto más le conozcas, más fácil será llegar a él, es lógico, ¿no?
Yo no tengo ni idea del nombre del lector ideal de mi libro, ni siquiera su edad o su sexo; tengo más claro a qué personas no les gustaría, la verdad. Pero, aunque creo que la norma es cierta y funciona, creo también que hay un tipo de historias que escapan a toda clasificación, y esas siempre me han cautivado. No me gustan los esquemas predefinidos, las puertas en el campo ni los encorsetamientos. No tolero que me restrinjan lo que puedo escribir y lo que no por normas fruto de generalizaciones anteriores. La
fantasía parte de esa ruptura de las normas. Hay que navegar donde los mapas dicen que hay dragones, porque nadie ha llegado allí, y es donde se pueden descubrir nuevas tierras, nuevos tesoros.
Para mí, escribir es uno de los mayores actos de libertad, y verte obligado a evitar romper normas escritas solo para que tu libro sea más fácil de clasificar y colocar en la balda correspondiente a su género, es un error. Más incluso, es una traición, al lector, a la historia y a ti. No digo con esto que se pueda escribir un libro que dé saltos arbitrarios entre géneros opuestos sin sentido alguno, claro, sino que la historia es la base, es lo que manda, y el género solo es un paisaje de fondo, una circunstancia. De la mezcla y transgresión de géneros surgen los nuevos subgéneros, no hay otro modo.
Y todo este alegato a la libertad es lo que no has de hacer si quieres vender. Sigue la norma, el camino marcado, y todo será más fácil, créeme.

CUARTA NORMA: No escribas un tocho enorme.
656 páginas tuvo la criatura. Y eso que quité algún capítulo que no era del todo necesario...
La longitud del libro me cerró las puertas de alguna editorial, debo decir. Y entiendo que, a nivel de negocio, es un desastre. El precio al que sale una tirada de un libro tan grueso deja muy poco margen al autor a través de un conducto tradicional, y si subes el precio por encima de los 20 euros, no te comprará casi nadie si eres desconocido.
QUINTA NORMA: Capítulos cortos y con cliffhanger al final para enganchar a leer el siguiente. Parece obvio también. Ocurre lo mismo con las series de televisión, ¿cuántos millones de veces habéis escuchado o dicho aquello de "me tiene enganchado"? No es un invento nuevo, es algo que funciona desde los primeros tiempos del "continuará".
Esta norma la he cumplido en parte. Los capítulos son cortos en su mayoría, y los pocos largos que hay, lo son a causa de su importancia argumental. Cliffhangers (finales que quedan en suspenso, que hacen que tengamos que seguir leyendo llevados por la curiosidad) hay unos cuantos, pero cuando la historia lo requería. Abusar de ello repetitivamente me parece artificial y cansino. De este modo, cuando ocurre, es mucho más impactante. En el caso de alguno de los de este libro, podría apostar a que es casi imposible dejar de leer y no pasar al siguiente

SEXTA NORMA: Los primeros capítulos han de ser ágiles y enganchar desde la primera frase, tener punch. ¿Quién iba a seguir leyendo si no fuera así? Si comienzas a leer un libro y es una lista de la compra, es probable que no despierte mucho interés.
Pues mal otra vez. En los ojos llenos de noche el principio es la parte más lenta, pues conocemos al protagonista, cuya vida es aburrida y sin aliciente alguno. A pesar de algún golpe de efecto que ocurre enseguida, no es hasta el capítulo cuatro que la historia arranca en un giro inesperado que lo cambia todo sin remisión, haciendo que una historia casi costumbrista pase a ser invadida por el terror y, enseguida, dé paso a una historia preñada de fantasía onírica, sin perder de vista la realidad en la que está asentada. Puedes leer el capítulo 4 en este enlace, y ver el momento justo en el que, esto que comento, tiene lugar.

Espero que las normas que os he escrito, todas aprendidas de otras páginas, podcasts y charlas, os sean de utilidad. No trato de burlarme de ellas ni nombrarlas irónicamente, es cierto que funcionan. Pero no creo que haya que ceñirse a ellas de modo excesivamente artificial, en especial si lo que escribís es algo que necesitáis contar, que os sale de muy adentro. Yo en este libro dejé parte de mi alma, lo digo más literalmente de lo que nadie podrá entender, y eso no admite cortapisas ni límites impuestos. Al fin y al cabo, escribo por gusto, y, en este caso, por necesidad vital. Quería contar esta historia, y había de ser contada así. Y siempre estaré orgulloso de haber parido tal historia, aunque le vaya mal por su dificultad de colocación en algún género. Seguirá siendo un mundo aparte, mi joya de la corona, aunque permanezca oculta para la mayoría.
Pero todo esto, como os he repetido ya unas cuantas veces, no lo hagáis en casa.